Aprovechar el tiempo de COVID-19 para reflexionar sobre nuestro oficio.
Con la llegada del COVID-19 todo se detuvo. Nuestras vidas se tuvieron que adaptar a la quietud y re-inventarnos. Antes la vida cotidiana se basaba en la velocidad. La velocidad con la que tomabamos todo lo que necesitabamos y la que utilizabamos para eliminar todo lo que ya no nos sirvía. Todo tenía que estar listo para acelerar los acontecimientos, incluso las imágenes ya estaban hechas, creadas por otros, de manera que nos ahorrabamos el tiempo y no inventebamos imágenes nuevas y personales. Pongamos por ejemplo, las que se ven en la televisión, que detienen el pensamiento, colonizan los sueños y los deseos. No tengo nada en contra de las imágenes, por supuesto sirven, y son de gran alcance porque activan todas las funciones psico-físicas humanas. Pero hay una enorme diferencia entre las imágenes que vemos con nuestros ojos y las que se forman en nuestros pensamientos mientras que alguien nos cuenta algo.
Bruner afirma que narrar renueva la vida social porque permite el continuo «mercado de los significados«. El desarrollo del pensamiento crítico nace en la conciencia y en la capacidad de descentralizarse para escuchar activamente. Hasta hace cuarenta años había la tradición de contar cuentos de hadas, anécdotas, poemas. Los niños no tenían prisa. Cuanto más largo era el cuento, más tiempo los niños podían quedarse con los adultos a escuchar. Había una investigación del significado. Hoy en día por lo general, ya no se cuenta en las casas. A menudo se leen los cuentos a los niños o se les deja solos delante de un libro, o se les brinda un celular o tablet, para que vean historias a través de narradores virtuales.
Creo que es tiempo de reflexión, de aprovechar este estar en casa, aprovechar esta «nueva normalidad» para detenernos a revisar nuestro oficio y por qué no, volver a invitar a entrar a las casas la palabra, las historias familiares, los cuentos que alguna vez alguien nos contó para contárselos a nuestros hijos, alumnos, nietos, sobrinos sin darles todo masticado, todo procesado, solo utilizando nuestra voz, invitándolos a escuchar.
La narración como hospitalidad
La narración es una forma avanzada de hospitalidad y marca en lo profundo tanto a los que narran como a los que escuchan. El narrador nos da la bienvenida para entrar en su mundo y se declara disponible para interactuar con el mundo de los oyentes: los invita y también se deja invitar. La reunión entre narrador y oyente estimula a los dos. Es una página escrita que se vuelve algo vivo. Es el gusto de leer escuchado. En realidad lo que pasa es un intercambio, por medio de esta actividad también el escritor se enriquece. Un autor no puede considerarse aislado, es parte de una comunidad, vive dentro de una sociedad y tiene que ser parte de ésta, interactuando con los demás con sus obras.
La narración como una invitación a la decisión
Hay comunicaciones que no tienen sentido, que no te dejan nada. Por ejemplo las conversaciones hechas en las salas de espera o en los asensores, las palabras vacías entre desconocidos pronunciadas en un acontecimiento en un tren. La narración es otra cosa, busca la interacción. Un fuerte vínculo que une los acontecimientos contados al pasar inexorable del tiempo, nos invita siempre a “estar listos”, sin perder la concentración. Eventos insignificantes se convierten en algo que merece nuestra participación. La historia contada se refiere al interlocutor con la misma intensidad con la que el narrador siente su participación. El oyente es empujado hacia esta aventura, porque se siente como si fuera parte del cuento. La fuerza de la participación no deriva de la agudeza de los conceptos. Son los hechos evocados por una ola emotiva que nos lleva a sentirlos nuestros, a pesar de que los protagonistas sean muy lejanos. El narrador ama la realidad contada y lo hace de manera que los demás la amen también; por eso, se vuelve una invitación a decidir individualmente: «¡Ten cuidado! Tu también tienes algo que ver con la historia.» que supera la tentación de la indiferencia. El narrador pide una decisión valiente y arriesgada: estar a favor de la lógica de la historia o no. No lo hace severamente, simplemente pide una decisión, mientras que cuenta su historia.
La narración como una sorpresa
A través de la narración tienes la certeza de que tendrás participación por parte de los demás porque tiene la capacidad de sorprender, de poner en discusión su propio mundo, desconocido e indescifrable. Los que aceptan experimentar el vértigo de la sorpresa, tienen la capacidad de exponerse delante de lo que no conocen. La narración es capaz de crear maravillas porque se extiende hacia una aventura que todavía no se ha experimentado. Y eso con una secuencia que nunca es igual, es lo mismo que pasa cuando se intenta demonstrar un teorema de matemáticas. En la infinita sucesión de eventos reales, la historia sólo elige algunos y los organiza de una manera que sigue siendo “cuento”. Se enfrenta con una realidad considerada más amplia y más solemne de la que es contada.
Entonces que esperas… abre la puerta, deja que los cuentos entren por las ventanas de tu casa y cuenta. Crea imágenes, deja que el que te escuche cree las propias y vuelve a contar. Así la vida en estos tiempos de confinamiento pasará más rápido y estoy segura que pronto volveremos a vernos y abrazarnos en los escenarios, sean plazas, bibliotecas, aulas, teatros.
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1 comentario en “La importancia de la narración: leer escuchando.”